Con la neurofarmacología se juega a ser Dios con el cerebro. En la actualidad y sobre todo en los países con mas recursos, hay una invasión de fármacos dirigidos al cerebro y al sistema nervioso y hormonal, con la intención de regular las funciones mentales. Se recetan cantidades inmensas de antidepresivos, incluso de forma preventiva y en edades de extrema vulnerabilidad como son la adolescencia y la población infantil. Por simples desarreglos en la tensión se llegan incluso a recetar antipsicóticos. Hay una amplia gama de ansiolíticos y sedantes para la creciente ansiedad y el estrés. Pero cuando se proclama que estos medicamentos funcionan y son la solución a nuestros males modernos: ¿Qué se supone que es funcionar?. Si se persigue acabar con los síntomas físicos y emocionales molestos, tal vez lo consigamos durante un tiempo, pero sin resolver su origen renacerán con mas virulencia.
Al margen de la utilidad demostrada de neurofármacos en determinadas patologías, podemos estar bien seguros que su uso indiscriminado es contraproducente cuando se dirige a solucionar los efectos de desarreglos emocionales y mentales que deben ser enfrentados en el plano de actividad en el que se producen, en el cuerpo astral y el cuerpo mental inferior.
Todavía hay quien cree que se puede acceder a la felicidad a través de una pastilla, o que una píldora puede liberarnos de nuestra infelicidad.
Al Prozac se le llamó la “píldora de la felicidad”. El Prozac es fluoxetina, un fármaco que se considera antidepresivo, un inhibidor de la recaptación de serotonina, que favorece que la serotonina, asociada al bienestar, esté mas presente en las sinapsis neuronales del cerebro.
La serotonina es uno de los neurotransmisores sobre el que se ha observado una importante deficiencia en casos de depresión, en crisis de ansiedad y en buena parte de síndromes y estados caracterizados por la negatividad. La teoría, aún incompleta, es que la ausencia de serotonina es la causante de esos estados, y sí un medicamento favorece una mayor cantidad de serotonina en circulación, las cosas volverán a la normalidad. La pregunta obligada es: ¿Falta serotina y ello produce, por ejemplo depresión, o un efecto de la depresión es la falta de serotina?. Si la falta de serotonina es un efecto habrá que buscar la causa. Sí un fármaco se utiliza para tratar un efecto, y por tanto no soluciona su verdadera causa, no es de extrañar que la enfermedad vuelva y muchas veces se convierta en crónica.
Hoy día se ha desarrollado un amplio abanico de medicamentos para tratar principalmente carencias emocionales, que se recetan en múltiples combinaciones: nuevos antidepresivos mas selectivos, ansiolíticos, antipsicóticos,… hasta todo tipo de somníferos para dormir a cualquier precio, y olvidar la dureza que para muchas personas supone el simple hecho de estar vivo.
Para situaciones extremas es indudable que la farmacia del cerebro puede resultar útil, al menos durante un tiempo, sobre todo si hay lesiones y enfermedades mentales bien diagnosticados, como puede ser la esquizofrenia; pero para personas que pasan ocasionalmente por estados de depresión, ansiedad, e infelicidad en general, el tratamiento con medicación trae mas problemas que soluciones.
Tratar, por ejemplo, con antidepresivos una depresión moderada es como matar moscas con cañonazos. En el mundo desarrollado se ha caído en la trampa de un uso generalizado de fármacos antidepresivos y ansiolíticos, mas allá de situaciones de urgencia, o de problemas de graves patologías o lesiones. Incluso se recetan con carácter preventivo, y también a niños, que ni tan siquiera tienen finalizada la formación de su cerebro y de su sistema de neurotransmisión. Asusta comprobar hasta donde llega la ignorancia y el egoísmo humano.
Las empresas farmacéuticas de nuestro “loco planeta” tienen un poder demoledor que emplean sin ningún tipo de escrúpulos. Lanzan sustancias al mercado apenas sin investigar. Crean remedios fantásticos, que poco tiempo después retiran, sólo cuando tienen algo mejor y mas caro que vender. Son capaces de lanzar una campaña supuestamente científica contra la homeopatía u otras técnicas naturales inofensivas y a la vez introducir una promoción de fuertes y peligrosos fármacos en un tipo de población que no los necesita y tampoco los demanda.
Las consecuencias de un uso indiscriminado de la farmacología para “afecciones mentales” acarrea situaciones indeseables, y crea nuevos problemas para medicar, en una espiral de la que no es fácil liberarse.
Los efectos mas negativos repercuten sobre el nivel de energía y el estado de atención, ambos básicos para remontar un estado emocional y mental de negatividad. Sí un tipo de medicación nos deja sin energía, nos atonta, y dispersa la atención, puede que hallamos bloqueado síntomas angustiosos, pero no tendremos armas para enfrentarnos a las situaciones que los provocan.
Otro grave problema es la adicción. El adicto a la nueva farmacia cerebral tiene nuevas necesidades, que exigen ir aumentado las dosis de medicación y que cada vez hacen menos efecto. Muchas veces con el cambio a nuevos medicamentos se producen auténticos cuadros clínicos de dependencias y desajustes de todo tipo.
El camino de la “medicación mental” es extremadamente peligroso y ofrece muy pocas garantías de sanación real, como para seguirlo de manera tan imprudente.
En el tortuoso camino de la depresión, es fácil acabar tomando medicación. Hay quién tiene suerte y solo es una situación temporal, pero también es fácil acabar en la desesperación que produce el que la medicación ya no funcione, y haya que estar cambiándola y ajustándola, y padecer además los daños colaterales de las contraindicaciones de los fármacos con otros desarreglos físicos, que dificultan aún mas la salida de la depresión.
Aquellas personas que tomen conciencia de que la medicación ya es mas un problema que una ayuda y decidan dejar la supuesta ayuda de las pastillas, tienen por delante un importante reto que hay que afrontar sin miedo, pero con respeto, con inteligencia y con una buena estrategia.
Dejar de medicarse en una depresión es un proceso que tiene similitudes con acabar con una adicción a las drogas- El primer paso es el compromiso claro y decidido para dejar de depender de los fármacos
Según el nivel de medicación al que se haya llegado es aconsejable la supervisión de personal especializado, siempre que no se trate de amantes de los fármacos, porque dejar un fármaco no se arregla tomando otro fármaco.
En realidad se trata de seguir un proceso de desintoxicación, y en este tipo de procesos lo que mejor funciona es un combinación de ejercicio y “sudado” con una alimentación ligera, sana y equilibrada.
El “sudado” se basa en ejercicio físico y actividades que fuercen al cuerpo a mover energía y a eliminar toxinas por el sudor.
La alimentación debe evitar las digestiones pesadas y ser rica y variada. El acto de comer puede haber perdido toda motivación, y seguramente se parta de una forma de comer muy desordenada, pero se debe establecer un esfuerzo y una disciplina que acostumbre al cuerpo a nuevos ritmos y a asimilar los minerales y vitaminas que los tiempos de desorden ha convertido en carencias.
Se aconseja una dieta que contenga alimentos:
- Con contenido en triptófano (es un precursor de la serotonina): entre los alimentos, especialmente ricos en triptófano, que por lo tanto, aumentan los niveles de serotonina, se encuentran: el pavo, pollo, leche, queso, pescado, huevos, tofu, soja, almendras, semillas de ajonjolí y de calabaza, nueces, maní y mantequilla de maní. Sin embargo, para sintetizar serotonina, el cuerpo necesita además de triptófano, ácidos grasos omega 3, magnesio y zinc. Por tal motivo, alimentos ricos en magnesio como los plátanos, las nueces, las legumbres, las verduras y el germen de trigo, también son considerados antidepresivos naturales, ya que actúan favorablemente, para el aumento de la serotonina
- Con vitamina E, que es un antioxidante y una “barredora” de radicales libres producidos por el exceso de medicación. La vitamina E se encuentra en muchos alimentos, principalmente de origen vegetal, sobre todo en los de hoja verde (el brócoli, las espinacas), semillas, entre ellos la soja, el germen de trigo y la levadura de cerveza. También puede encontrarse en alimentos de origen animal como la yema de huevo. Se suele aconsejar no acumular exceso de vitamina E porque produce otros efectos contraproducentes, se recomienda una ingesta de unos 20 mg por día.
Una sencilla búsqueda en internet nos complementará toda esta información alimenticia.
El proceso de desintoxicación de fármacos debe ir acompañado de una amplia estrategia que incluya todos los medios y acciones antidepresivas que estén a nuestro alcance. Se recomienda en particular los recogidos en esta sección, sobre todo la exposición al sol, los cuidados del cuerpo físico y la práctica de caminar.